domingo, 14 de diciembre de 2014

Invierno.

Frío, nieve, lluvia, viento, días nublados, días grises en tu vida que se convierten en soledad porque me faltas, porque no estas.
Invierno es sinónimo de quedarte solo, reflexionar.
Invierno, simplemente, es echarte de menos y pensarte de más; matarme por verte o suicidarme por tus malas caras. Necesitar tus labios para que curen las heridas de los míos. Aunque si hablamos de invierno y de heridas, ven y cúrame las que tengo, debajo de las sábanas. Ante todo no te vayas, que te voy a necesitar para cobijarme entre un pecho como el tuyo, por ejemplo.
Sé invierno, sé mi invierno; tan fría y tan ardiente a la vez que me haga perder la poca cordura que me queda en tus ojos y que me mantengan viva.
Sé que el invierno sin ti es un salto al vacío y sé que el invierno contigo es simple postureo veraniego en tu infierno, así que déjame adentrarme en ti así, al menos, tendré donde calentarme, donde perderme. Niévame, te dejo que me hieles con un poco de tu fuego erupcionando de tu infierno.

No me faltes en un invierno como este, cálame los huesos y sécame con tu lengua. Déjame vivir en el abrigo de tu corazón, déjame llamarlo hogar y morirme en él. 
Te invito a que seas mi invierno, ¿vienes?

viernes, 29 de agosto de 2014

Contradicciones.

Vete,
déjame tus huellas,
déjame tus heridas de placer,
no hagas de mis mejores noches contigo una lluvia torrencial sobre mi cara.
Pero no te vayas y así no me perderé en tu bosque de niebla y de luna llena donde los lobos me acechan y soy su presa,
hazme ser presa de ti –aún más-.

Recuérdame,
como aquella tarde sin reloj donde las horas se hacían minutos a tu lado,
como desayunando(nos) en tu cama, con la brisa de la madrugada.
No me recuerdes si no te has ido;
para qué hacerlo si me tienes en tu cama todos los días, aunque invisible.

Quédate,
no me quieras –no te obligo-
pero quédate;
no me hagas ir a buscarte porque no volveré contigo.
Quédate,
que mis noches no son sin ti,
que mis días no son sin ti;
y solo contigo puedo ser yo, 

y solo contigo puedo ser conmigo. 

martes, 29 de julio de 2014

He fallado.

Una vez más he fallado, he roto los cristales de su vida pudiéndolo evitar. 
Mi subconsciente me dice a gritos que qué hago con mi vida, que no puedo entrar en ella, descolocarla, romperle los esquemas e irme sin motivo alguno, sin razón coherente que me salve de la cadena perpetua donde me he metido. Y ahora nadie es capaz de liberarme de su alma, nadie es capaz de hacer que me proclame odiadora de mi ser porque es lo único que merezco, porque no me la merezco.
Romper vidas como romper un cuadro, como si fuera fácil reconstruirlo... 
No encuentro palabra exacta para definir el término de odiarse por unos actos mal ejecutados.
Desearía perderme, olvidarme de todo, cambiar de aires, de vida; como si fuera fácil...
Y es que tan difícil es quererse como fácil odiarse, y eso es lo que me pasa, un día estás en la cima y otro día caes dando vueltas de campana, para que duela más.
Esta vez me he fallado y, lo peor, la he fallado.   

lunes, 28 de julio de 2014

Se agotó.

Besarte hasta los lunares,
comerte hasta el pasado,
disfrutarte en mis sueños,
dibujarte en la mirada un ‘te quiero’
y quererte,
quererte hasta las cicatrices incurables.

Como nadie había hecho,
llevarte al fin del mundo,
con una mirada, matarte,
con una caricia, resucitarte,
con un beso, callarte,
y con un abrazo, despedirte.

Y te fuiste,
las ganas de tenerte, desvanecieron,
las ganas de comerte, se agotaron,
las ganas de quererte, desaparecieron.

Nosotros desaparecimos,
al igual que la luna llena en una noche nublada,
o el Sol en días de llanto.

miércoles, 23 de julio de 2014

Probar tu infierno.

Sé que no es el momento para que pase algo. 
Sé que tenerte ahí, apoyada en mi pecho no es casualidad. 
Sé que lo dejamos todo en el aire, pero buscamos esa intención para que sucediera, para rozar tu infierno con las yemas de mis dedos. 
Sé que besarte fue un error, un error tan gratificante que, en realidad, no le doy importancia. 
Sé que tampoco es casualidad verte de vez en cuando paseándote por el pasillo con el piti de después y yo, mientras tanto, comiéndote –de nuevo- con la mirada. 
Sé que si esto no hubiera pasado, nos hubiéramos quedado con las ganas, y esas ganas había que apaciguarlas de algún modo, aunque ese modo fuera quemándonos. 
Sabemos, perfectamente, que el fuego nos arropa, ya ni lo rozamos, directamente nos tiene arropadas, como si de ahí no pudiéramos salir vivas, como si algo malo viniera después de habernos desfogado la una con la otra. 
Y es que, a raíz de despedirnos –por primera vez-, estoy indecisa: no sé si pensarte o esperar a que salga solo. 

sábado, 19 de julio de 2014

Las madrugadas en mi cabeza.

Cierra los ojos. No ves nada ¿verdad? Limítate a escuchar a tu alrededor, ¿tampoco oyes nada? Te entiendo. Son de esas noches que te pasas en vela y te dan las tres de la madrugada escribiendo esto para que solo sirva hacer sonreír a una persona. 
Esa única persona que te ha devuelto la vida con un suspiro a la hora justa cuando tú estabas a punto de arrojarte al precipicio, y ahora al único precipicio que me puedo arrojar es al de sus piernas; caer lentamente disfrutando del golpe porque saber que ella va a estar ahí, con la boca en forma de pececillo suplicando que la bese, no tiene precio.
Esa persona que lo ha dado todo por ti y tú, imbécil criatura, te tiene loca con tan solo el vocabulario de su mirada.
Esa persona que deseas hacer feliz siendo testigo de sus malos despertares -sí, quiero amanecer contigo-.
Esa chica, tu chica, que se tomó el café a las siete de la mañana después de una noche entera bailando un tanto entre las sábanas.
Esa, y solamente esa, por la que darías todo por verla sonreír siempre, porque su risa forma parte de la melodía de tu vida, sus malas caras solo son anécdotas y su llanto solo son lunas llenas pidiendo que vaya a hacerla compañía en días soleados aunque lluvioso aquí dentro.

Y por eso escribo,
y por ella escribo.
Y para qué más si con ella tengo todo,
y para qué todo si ella me lo da.

domingo, 13 de julio de 2014

Labios imperdonables.

Tengo la comisura de tus labios a un milímetro de mi boca; ¿me dejo llevar o recapacito?
Todo sería perfecto si me dejara llevar, pues besar y morder esos labios que ruegan ser rozados por los míos, que tienen sed de mí y de sentirme, de montarme en el viaje de sus pliegues y no parar nunca, de viajar también. Algo así como besarte y volar, volar lejos hasta poder llegar al cielo, sí, morir besándote, eso es.
Pero, si recapacito no puedo hacerlo, no puedo recapacitar sobre si arrojarme al precipicio o dejarlo. Cualquiera sería capaz de morir rozando esos labios un día cualquiera en pleno invierno, cuando solo buscas el calor de unos como los de ella, cuando solo buscas tener todos los días –noches incluidas- esos besos que solo ella te puede conceder, que lo puede cambiar todo.
Entonces ¿me tiro por su precipicio hasta llegar al cielo?


Demasiado tarde para pensar, ya está hecho, ya no hay marcha atrás. He muerto.

lunes, 7 de julio de 2014

Fugaces pero eternos.

Llegar a poder ser esa ola de mar que se pierde en el océano al ritmo del viento, o, simplemente, no irnos de aquí en mucho tiempo.
Poder no tener límites y que nos perdamos en el horizonte sin rumbo alguno y dejarnos llevar hasta que el aire nos oiga gritar todo lo que nos queremos y que tenga envidia, tanta, hasta que llegue un día y despertemos de la realidad, de que esto que estamos viviendo es un sueño hecho realidad, pero con final.
Cada una por caminos diferentes aunque siempre nos tendremos presentes, siempre en la memoria estará ese instante en el que nos cogimos de la mano y caminamos juntas, como si fuésemos una, como si esa ola nunca chocara con las rocas y se rompiera, como nosotras, que acabamos siendo un puzzle desmontado.
Algo fugaz, tan fugaz que aun recuerdo el primer amanecer a tu lado, tu cabeza apoyada en mi pecho y comernos el mundo como nosotras lo habíamos hecho esa noche.

Algo tan fugaz, pero tan eterno para que nuestros caminos se vuelvan a juntar.

viernes, 4 de julio de 2014

Me fui.

Divisar el cielo nublado a la vez que tus ojos, que viven apagados;
divisar el cielo alegre y ver tus ojos, que viven apagados.
Que aún recuerdo el brillo de tus pupilas, enteras, mirándome fijamente y susurrándome que me quedara, que nunca me fuera, en silencio. Recordar ese instante como si hubiera sido ayer, el día del final, de nuestro final por el cual tú te fuiste por ese puente y te perdí de vista entre las miradas de la gente. Tanto tonto mirándote y yo, uno de ellos, ver como te me ibas y sin poder hacer nada, por orgullo, por cansancio, para variar.

Y es que no pude no marcharme, porque tu sonrisa ya no era la misma, tú ya no eras la misma, estabas rota conmigo, y te quería, a pesar de todo te quería como un niño pequeño quiere a su peluche favorito, pero eso ya no me servía para quedarme, no podía salvarme de las preguntas sin respuesta que me sugerías nada más verte, no podía hacerte feliz cuando tus ojos enrojecidos me decían que tu destino estaba junto a esa persona que te devolvía la vida mientras yo, como un loco sin cuerda, te la quitaba en esas noches frías de puro invierno en el que te hacía mía, siendo inconsciente de que te tenía, te tenía sin fin, hasta que llegó; hasta que me fui

martes, 1 de julio de 2014

Echar de menos hasta tus malas caras.

Y es que cuando se trata de tenerte a escasos centímetros de mí me da igual cómo estés porque soy capaz de cambiarte en cuestión de segundos, como tú haces conmigo, cambiarme. Me desmontas a tus anchas; que si quieres mis besos, los tendrás, o si quieres mis buenos días en forma de ‘no me sueltes nunca, no te vayas de mi cama, de mi vida’ también sabes que los tendrás. Porque has llegado a mí, así, de la nada como el típico huracán que deja cien mil familias sin dónde caerse muerta; yo, al menos, tengo tu pecho para morir ahí, al menos me sentiré segura en mis últimos segundos de vida, cuando esté mirándote a los ojos y te diga todo lo que no puedo expresar con solo una mirada. 
Llegaste arrasando entre mis sábanas, formando un caos que ni yo sabía deshacer y aquí me encuentras, encantada con ese caos, con ese huracán que hace que vuele lejos y lo mejor, es que eres tú, soy contigo, y eso me basta para salir viva de aquí.

sábado, 28 de junio de 2014

Otoño y su despedida.

Despertar,
verte a mi lado,
suspirar por tenerte.

Desayunar(te),
entre sábanas arder,
entre gemidos mudos.

Marcharse,
como si nada de esto hubiera surgido,
como si el tiempo no sufriera al vernos rotos,
o como si nosotros no estuviéramos rotos al no parar el tiempo.

Volver,
romper la cama –sin ti-,
como el otoño rompe las ramas.

Y volver a marcharse, al igual que un día hiciste tú,
dejándome sin amanecer, sin desayuno, y sin ganas de vivir.

viernes, 6 de junio de 2014

Vía de escape.

Volver a ese instante, 
volver a ese momento en el que te tenía entre mis brazos, esos últimos minutos de vida en los que me despedí de ti, o volver a esa simple mirada que se quedó clavada en mí.
Y es que esos últimos minutos de vida también lo fueron para mí, porque desde que te marchaste no me siento con ganas de nada, solo con ganas de ti. De volverte a ver, de tener tus caricias y buscar, contigo, una forma de evadirme del mundo. Entonces es cuando ahí me doy cuenta que tú eras mi mundo y ese verbo también se conjuga en presente, 
porque aún lo sigues siendo.


Y sin darme cuenta, así pasan las horas, los días, las semanas; así me paso yo las clases pensando en el modo de volver a verte algún día, cuanto antes, porque nadie se hace una idea de todo lo que te necesito, y, a lo mejor, esa forma de llegar a ti es por la ventana, 
quien sabe. 

domingo, 1 de junio de 2014

Una cena, por favor.

Esa cena que me preparas cada viernes empezando a darme los primeros gramos de felicidad, de besos... Cuando me coges de la mano y hacemos que el mundo sea nuestro, que todos se nos quedan mirando pero... ¿y qué? Somos felices, nos tenemos, qué más da lo que diga la gente. Y después, cuando te quedas mirándome y sin venir a cuento me das un beso seguido de un 'te quiero' que pronuncian tus labios en forma de susurro y al abrir los ojos miro los tuyos y me fijo en tu sonrisa que me da la vida... O al despedirnos, que ya es costumbre llegar tarde por quedarme abrazada a ti, por no querer soltarte nunca, por no querer que te vayas de mi lado, y es que nada más irte ya te estoy echando de menos.

Yo siempre me quedo con hambre, con las ganas del postre, pero esta noche es diferente, amor.
Tú no te me vas a ir, hoy eres mía y esta noche seremos nuestras, juntas seremos una. 


lunes, 26 de mayo de 2014

Las matemáticas del Siglo XXI.

Ojalá las matemáticas se tratasen de contar los besos que te doy por tu cuello hasta subir a tu oreja y susurrarte que eres la mejor, que te he echado de menos…

Ojalá las matemáticas se tratasen de contar los besitos que te doy por tu cuerpo porque, seguro que si esas fueran las matemáticas de hoy en día, aprobaría con sobresaliente, o no, porque perdería la cuenta una y otra vez y tendría que volver a empezar, a llenarte de besos y a comerte entera.

Ojalá las matemáticas solo tratasen de contarte los lunares de tu cuerpo y darte tantos besos como lunares tengas. O, por ejemplo, de contar las estrellas que algún día te regalaré, de no perder la cuenta.


Ojalá las matemáticas fueran contigo, conmigo, con nuestra historia que una y otra vez me repito, que tacho los días del calendario para que queden menos para que esa historia comience. 

sábado, 17 de mayo de 2014

¿Y si...?

¿Y si me despierto queriéndote? 
¿Y si me despierto odiándote?
¿Y si me despierto contigo en mi cama, acurrucada?
¿Y si no me despierto nunca jamás y lo último que vi fue tu cara?
¿Y si nada de esto pasa y tú te quedas en tu casa?
Que si nada de esto pasa, ya me encargaré de que suceda, porque el motivo eres tú, tenerte y verte sonreír como nunca antes lo habías hecho.