Llegar a poder ser esa ola de mar que se pierde en el océano
al ritmo del viento, o, simplemente, no irnos de aquí en mucho tiempo.
Poder no tener límites y que nos perdamos en el horizonte
sin rumbo alguno y dejarnos llevar hasta que el aire nos oiga gritar todo lo
que nos queremos y que tenga envidia, tanta, hasta que llegue un día y
despertemos de la realidad, de que esto que estamos viviendo es un sueño hecho
realidad, pero con final.
Cada una por caminos diferentes aunque siempre nos tendremos
presentes, siempre en la memoria estará ese instante en el que nos cogimos de
la mano y caminamos juntas, como si fuésemos una, como si esa ola nunca chocara
con las rocas y se rompiera, como nosotras, que acabamos siendo un puzzle
desmontado.
Algo fugaz, tan fugaz que aun recuerdo el primer amanecer a
tu lado, tu cabeza apoyada en mi pecho y comernos el mundo como nosotras lo habíamos hecho esa noche.
Algo tan fugaz, pero tan eterno para que nuestros caminos se
vuelvan a juntar.
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