sábado, 19 de julio de 2014

Las madrugadas en mi cabeza.

Cierra los ojos. No ves nada ¿verdad? Limítate a escuchar a tu alrededor, ¿tampoco oyes nada? Te entiendo. Son de esas noches que te pasas en vela y te dan las tres de la madrugada escribiendo esto para que solo sirva hacer sonreír a una persona. 
Esa única persona que te ha devuelto la vida con un suspiro a la hora justa cuando tú estabas a punto de arrojarte al precipicio, y ahora al único precipicio que me puedo arrojar es al de sus piernas; caer lentamente disfrutando del golpe porque saber que ella va a estar ahí, con la boca en forma de pececillo suplicando que la bese, no tiene precio.
Esa persona que lo ha dado todo por ti y tú, imbécil criatura, te tiene loca con tan solo el vocabulario de su mirada.
Esa persona que deseas hacer feliz siendo testigo de sus malos despertares -sí, quiero amanecer contigo-.
Esa chica, tu chica, que se tomó el café a las siete de la mañana después de una noche entera bailando un tanto entre las sábanas.
Esa, y solamente esa, por la que darías todo por verla sonreír siempre, porque su risa forma parte de la melodía de tu vida, sus malas caras solo son anécdotas y su llanto solo son lunas llenas pidiendo que vaya a hacerla compañía en días soleados aunque lluvioso aquí dentro.

Y por eso escribo,
y por ella escribo.
Y para qué más si con ella tengo todo,
y para qué todo si ella me lo da.

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