martes, 1 de julio de 2014

Echar de menos hasta tus malas caras.

Y es que cuando se trata de tenerte a escasos centímetros de mí me da igual cómo estés porque soy capaz de cambiarte en cuestión de segundos, como tú haces conmigo, cambiarme. Me desmontas a tus anchas; que si quieres mis besos, los tendrás, o si quieres mis buenos días en forma de ‘no me sueltes nunca, no te vayas de mi cama, de mi vida’ también sabes que los tendrás. Porque has llegado a mí, así, de la nada como el típico huracán que deja cien mil familias sin dónde caerse muerta; yo, al menos, tengo tu pecho para morir ahí, al menos me sentiré segura en mis últimos segundos de vida, cuando esté mirándote a los ojos y te diga todo lo que no puedo expresar con solo una mirada. 
Llegaste arrasando entre mis sábanas, formando un caos que ni yo sabía deshacer y aquí me encuentras, encantada con ese caos, con ese huracán que hace que vuele lejos y lo mejor, es que eres tú, soy contigo, y eso me basta para salir viva de aquí.

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