Sé que no es el momento para que pase algo.
Sé que tenerte
ahí, apoyada en mi pecho no es casualidad.
Sé que lo dejamos todo en el aire,
pero buscamos esa intención para que sucediera, para rozar tu infierno con las
yemas de mis dedos.
Sé que besarte fue un error, un error tan gratificante que,
en realidad, no le doy importancia.
Sé que tampoco es casualidad verte de vez
en cuando paseándote por el pasillo con el piti de después y yo, mientras
tanto, comiéndote –de nuevo- con la mirada.
Sé que si esto no hubiera pasado,
nos hubiéramos quedado con las ganas, y esas ganas había que apaciguarlas de
algún modo, aunque ese modo fuera quemándonos.
Sabemos, perfectamente, que el
fuego nos arropa, ya ni lo rozamos, directamente nos tiene arropadas, como si
de ahí no pudiéramos salir vivas, como si algo malo viniera después de habernos
desfogado la una con la otra.
Y es que, a raíz de despedirnos –por primera
vez-, estoy indecisa: no sé si pensarte o esperar a que salga solo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario