jueves, 24 de noviembre de 2016

El experimento.

Ese instante en el que el experimento de treinta segundos se había convertido en toda una vida... Porque la mirabas a los ojos y no pensabas en otra cosa más que en quedarte a vivir ahí, en su mirada, presa de sus ojos, como si eso solo fuera el único lugar donde me encontrara a salvo; pero no era el único: también podíamos destacar el brillo que tenían sus ojos, o esa pequeña gran sonrisa que se dibujaba en su rostro.
Los pequeños detalles hacen grandes momentos, y es que ella había conseguido con tan solo treinta segundos, ponerme los pelos de punta, ponerme nerviosa y hacer que me mordiera el labio como vía de escape.
Parece que no se da cuenta, pero mi única vía de escape es ella y las miles de constelaciones que forman sus lunares al unirlos.
Joder, que la miro y se que es ella, que con cada destello que desprenden sus ojos quedo hipnotizada, como si de un hechizo se tratase. Entonces, en ese preciso momento, me veo con ella, donde sea, pero de su mano, pero NUNCA sin dejar de dedicarnos ninguna mirada.
No quiero que nadie me mire como tú lo haces, no dejes de mirarme NUNCA.

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