Despertar,
verte a mi lado,
suspirar por tenerte.
Desayunar(te),
entre sábanas arder,
entre gemidos mudos.
Marcharse,
como si nada de esto hubiera surgido,
como si el tiempo no sufriera al vernos rotos,
o como si nosotros no estuviéramos rotos al no parar el
tiempo.
Volver,
romper la cama –sin ti-,
como el otoño rompe las ramas.
Y volver a marcharse, al igual que un día hiciste tú,
dejándome sin amanecer, sin desayuno, y sin ganas de vivir.
